Fue solo un segundo y mi mundo tembló. Más no quedé corto y lancé palabras sin éxito. Entonces el miedo me invadió. Recuerdo ese sentimiento, que rápidamente se volvió pánico por perderte, no a ti, sino aquel intercambio constante de palabras, risas y afecto que compartíamos. Terror por la monotonía, por la costumbre, por el tedio y todo aquello que se roba la vida en silencio. Años han pasado; pero los siento como ayer.