La paloma
Te conocí en la cornisa de mi habitación, al mediodía cuando el sol entraba, las hojas caían de los fresnos que rodeaban mi morada y el viento refrescaba como el agua fría de la playa que veía cada mañana, desde la ventana donde tu me visitabas. Que graciosa tu mirada era, tan dulce y misteriosa, tan profunda y desinteresada. Tu cuerpo grácil y juvenil, pequeño, delicado; tus curvas suaves y proporcionadas, guardaban tras de si, la fuerza del ser vivo que no se deja morir. Cada día dejabas que me acerque mas a ti, cada día que pasaba me sentía mas feliz. Prudente por naturaleza, te cuidaste y con cautela dejaste que el tiempo probara mi paciencia, sólo permiste un paso en cada visita que me hacías. Cuando ya mi mano te alcanzaba, ese día te alejaste y nunca más te ví. Yo sé que te enteraste de mi desliz, no traicioné tu confianza pero si de quien te mandó hacia mi. Allende el tiempo, siento que me falta tu compañía. ¡Qué el Cielo perdone mi ignoracia y castigue mi falta de constancia! ...