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Ahora

Estoy aquí. Ahora. Sintiendo. Conociendo. Aprendiendo.   No existe para mí el tiempo, cuando estoy aquí... Ahora.

Miedo

Fue solo un segundo y mi mundo tembló. Más no quedé corto y lancé palabras sin éxito. Entonces el miedo me invadió.   Recuerdo ese sentimiento, que rápidamente se volvió pánico por perderte, no a ti, sino aquel intercambio constante de palabras, risas y afecto que compartíamos. Terror por la monotonía, por la costumbre, por el tedio y todo aquello que se roba la vida en silencio.   Años han pasado; pero los siento como ayer.

Quisiera que dios exista

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Que exista en mi mente, así como existe en la mente de los otros. Quiero vivir bajo el extenso cielo que pertenece a ese altísimo. Para despertar cada día y al rezarle convencerme que todo estará bien. Agradecerle por lo recibido y por la vida, ya sea esta feliz o infeliz. Aceptaría que lo malo es por un demonio, más lo bueno por su divinidad. Sumiso a su posible mirada, valorando la vida como regalo de su bondad. Encomendado a sus deseos para aceptar que todo lo que sigue es bueno.  Pero moriría convencido de ser una pequeña porquería sin su gracia. Y el infierno eterno sin él, pero al cielo si cumplo todas sus leyes. Realmente quisiera que exista dios. Porque necesito un placebo.

Isabelle

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En aquellas noches de cuarentena, cuando caminaba contigo debajo de los faroles blancos del puente Grau, abrazados, cobijados, cubiertos del viento frío que azotaba las copas de los árboles que rodean el río, pronunciaba tu nombre aún cuando el aire de la noche nos cortaba. Más allá, donde las calles del antiguo Yanahuara nos escondían entre la oscuridad, me apretabas la mano, me abrazabas colgándote desde mi cuello, como lo hacen las mujeres enamoradas. Después reías entre tantas palabras para terminar mordiendo suavemente mi oído. Entonces era yo tan feliz. La Plaza de Cayma nos recibe con luces amarillas y rodeada de edificaciones de piedra blanca. En una de sus bancas, sentados, nos mirábamos, reconocíamos nuestros rostros con los dedos, sonreíamos y nos besábamos lentamente, como escribiendo un poema entre dos autores con la misma inspiración Y al dormir con el calor de tu cuerpo en mi espalda, en mi boca perduraba el sabor de tu nombre: Isabelle.

Versos de un desconocido al amor negado

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Escritor muerto

Es que no puedo inspirarme más que en el dolor, en la tristeza, en la melancolía o desesperación. ¡Cómo deseo dejar de escribir por siempre! Significaría que estoy ocupado siendo feliz.  

Mi poesía sin fin

En tus ojos oscuros, profundos como el océano infinito, me entregué a la muerte. Y con el amor universal que albergas en tu corazón, renací como nuevo ser. Porque estuve perdido en este tránsito, que todos llaman vida y yo muerte, aunque no era un muerto entre vivos, sino un estrellado a este muro que le dicen vida; y atravesé esa pared, alcanzando el incierto abismo, donde tú me esperabas. Te amo. Te amo vida mía, elíxir de mis últimos días, razón de la existencia por venir. Eres la sangre en mi cuerpo, el beso eterno que yo esperaba, el perfume en cada mañana. Ahora eres mi complemento, la música feliz, la única inspiración, mi poesía sin fin.

El tiempo no ha pasado

La noches son estrelladas. Arriba desfilan las constelaciones que me llevan a ella. La luz de una luna creciente alumbra ese lugar donde descansa. Está cerca de mis manos, pero tan lejos de mi corazón. La fragua encendida de mi amor, no me permite olvidarla, solo puedo recordarla y nada más. Es la misma noche que nos cubre, es la misma noche que nos separa. Puedo verla en mi memoria, pero ya no con mis ojos. Escribo versos cuando su rostro sonriente se dibuja en mi mente. Y cuando la nostalgia por su piel trigueña estremece mis dedos, mis manos se pierden en la fría pared de mi habitación. No es ella, es cierto, pero cuánto quisiera. No está conmigo, ni lo estará. Se perderá su recuerdo algún día, como las estrellas fugaces que desaparecen después de brillar; pero ese día no llega. Hoy la quiero como antes, pero mañana... mañana también.

Un verso para el amor perdido

Hoy miré tanta gente pasar, como agua que discurre por el cauce de un gran río; pero no descubrí tu bello rostro en la multitud, ahí no estaba la dulce sonrisa de tu felicidad. Ya no oiré mi nombre de esos labios... aquellos que no volveré a besar.

Soledad

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El nuevo año dio inicio, pero nada cambió. La misma nostalgia, el mismo dolor, los mismos miedos, la misma soledad. Enfrento la vida sin sueños, sin futuro, sin esperanza, sin alguien... sin mi amor. Todo está igual. No hay nuevo año, es el mismo ciclo anterior. Sigo perdido en esta depresión, en esta ausencia de propósito, en la larga espera del sueño eterno, ¡en esta soledad infinita! , habitando en la nada de los que existen.