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Lejos del hogar

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Amo a mi patria con idolatría porque en su suelo prodigo he nacido, porque en ella he gozado y he sufrido y porque es madre de la madre mía. Por ella, por mi Patria, yo daría cuanto tengo el mundo de querido... ¡La vida, sin quitarle ni un latido, si ella, mi Patria, me la pide un día! Proscrito de mis lares, sólo anhelo regresar a mi Tacna, dulce y bella, para besar las piedras de su suelo. Apiádate, Dios mío, de mi estrella, y dame, al fin, el último consuelo de ver mi Tacna y morir en ella! Federico Barreto

Infelicidad

Es cuando recuerdo cada noche, que esta vida no tiene un fundamento, cuando veo pasar las horas y no encuentro la diferencia con todas las que ya conocí. Como esas hojas del árbol de mi ventana, transcurren los días de mi vida. Porque siento que mañana me levantaré para hacer lo mismo de hoy, y cuando caiga el sol, me preguntaré si aquel día fue mejor. Estoy cansado de trabajar, de descansar, de llorar o de reir, de amar, de odiar, en fin, cansado de todos los opuestos, cansado de caminar por los márgenes y hasta cansado de ir por el centro. Hastiado de la estupidez, de la avaricia, la indiferencia y toda la miseria que al hombre persigue, tanto que cada día me agobia con su carga, y ya nosé si soy uno de ellos o el que mejor las embarga. Si, también me he cansado de buscar y no llegar, de extrañarte cada día y saber que no volverás, de recordar lo que fui y entender que ya nada será, de descubrir la verdad y vivir en la mentira. Este dolor en mi cabeza, esta frialdad en mi corazón, ac

Te esperaré hasta el fin

Es tu lejanía la raíz de mi tristeza ¡Ay amor! tantas noches por ti sollocé, tantos días recordé tu rostro; pero no volverás, lo sé, por esto sufro aún más. Si en mis sueños algún día yo te tengo, que nadie me depierte, que nada en este mundo me aparte de ti nuevamente, pues no ha sido fácil sobrevivir en la distancia, porque fue en tu presencia que realmente existí. Sigo cautivo esperando, tanto que deseo no morir, pero si el destino, antes que a mi te sorprende, allá iré a tu encuentro, pues en lontananza yo anhelo, que nuestras manos se crucen al fin. Syd.

Alúmbrame

En este universo absurdo de mi realidad, perdura una estrella radiante que brilla en la oscuridad de mi vida. Apartada se encuentra, como un lente que observa desde la cúpula sideral, en el límite de la irrealidad de mis creencias. Sólo puedo imaginar la virtud de su existencia, más no puedo encontrar la utilidad de su perpetua presencia. No está cerca para aplacarme, ni distante para olvidarle. Pero ausente de mi vida yo la siento, sin que su brillo alumbre mi destino o penetre las sombras del éter de mi inconciencia. Y entre todos estos días ya pasados y los que vendrán, estará allí radiante para recordarla, para verla siempre lejana e inalcanzable; sólo marcando una pauta infinita, como un suspiro inagotable o un latido eterno que se niega a parar. Syd.

En el ocaso de un amor

Esta noche te vi pasar con mi ausencia entre tus brazos, alejándote entre las sombras de un futuro que no será. Pero fue ayer cuando el fuego inflamaba nuestros corazones, fue ayer cuando la lluvia alimentaba este cariño y fue ayer cuando nuestras almas anidaban en el mismo nido. En el ocaso de este amor, no quedan más lágrimas que darte, y en el principio de este dolor, tan sólo un recuerdo me dejaste. Mañana me levantaré en la penumbra y me clavaré la daga de tu desprecio en mi corazón. Sentiré cada gota de mi sangre correr, para regar este aposento con dolor; si, aquella que tanto amor nos profirió. Pero cuando este ocaso termine y el sol por fin brille, mi cuerpo inerte descansará para siempre, y mi alma ya agotada, se librará del tormento de tu desterrado amor. Syd.