Cantar de arrepentimiento

Y después, en esa noche, entre furias y tempestades, me acosté en lo que sería mi tumba, adormecido por el dolor, encontré la soledad. Allí, alejado de la luz y en medio del silencio, sentí el peso del olvido, sometido a fuertes tormentos.

De tanto desear y sin conseguir el objeto de mis anhelos, el candil de la esperanza, que ilumina los días negros de los afligidos, se apagó definitivamente, extinguiéndose la única vida que se retorcía en mi.

Amargamente grité en silencio, gemí entre mis sábanas, pronunciando sus dulces nombres, mientras mil lágrimas llenaban la vacuidad de mi triste morada. Con este preludio, iniciarion mis cantares de arrepentimiento.
Siento el pesar de mi pasado cayendo sobre mis hombros y la angustia del pecador que se esconde de la Divina Luz.

El silencio adormece mis sentidos. ¿Es esta la calma que le sigue a la tempestad?  ¡Qué frialdad recorre mi cuerpo, que insensible es todo a mi alrededor! Tanto que el miedo se apodera de mi razón, y mi corazón, ya agotado por el dolor, deja de latir y sólo se oyen los suspiros de mi respiración.

Aquí en este cubil silencioso, me encuentro pagando las consecuencias de mis actos y de los de otros.

Me sentí culpable por recriminarte, por cargar en la Divinidad mi cólera y mis frustados anhelos. ¡Culpable yo! Por ser necio y cobarde, por confiar en quienes no debía y dejar que mis desbocadas pasiones guiaran mis torpes pasos.
Entonces me abracé fuertemente y me arropé con mis mantas. Un frio sepulcral hacía temblar mi cuerpo, mientras con amargura recordaba mis malos procedimientos. Fue cuando me dije:
¡Oh! Corazón de poeta, que para nada sirves. ¿Cuántas noches de tristeza has tenido en estos años? ¿Cuántos días de alegría encontraron tu existencia desde entonces?

 ¿No viste -acaso- que no has vivido desde esa tarde cuando dijiste adiós? ¿No viste que el retoño de tu amor había germinado en el vientre fértil de la madre que amabas?

 Ahora, allende el tiempo y la distancia, remiso por las circunstancias pasadas, no sabes cuantas noches y días de tribulación le siguen a estas.

¡Cuánto miedo has de sentir al mirar el futuro que te aguarda!  Y no comprendes cuánto sufrirás en lo sucesivo, ya sin una esperanza que te mantenga con cierta cordura.

No escuchas la voz del Absoluto, ni vislumbras una imagen en tu interior. Te repites hasta el cansancio que todo ya terminó, que cruzaste la línea que divide a los vivos de los muertos, estando tu, en el lado de los perdidos, de los que marchan alejados de la Luz de Dios.
Aún después de que mis ojos se agotaron, permanecí tendido buscando en qué sostenerme; más al no hallarlo, me postré de rodillas y junté mis vacilantes manos.

Oré en silencio pidiendo por dos seres queridos, sin callar mis dolores y sin negar mi pasado. Oré para que mi maldad no las alcance y solicité la asistencia angelical para ellas, a quienes no he olvidado.

Más para mi, no hubo nada que decir, pues ya nada quise, sinó que dejar de existir. Continué en mi oración y en búsqueda de consuelo alcancé a decir:
Señor mío, cuando al mundo de los sueños entre, háblame como antes lo hiciste, no tengo a quien recurrir y ya habiéndolo perdido todo, preparado me encuentro para ir hacia Ti. Quizá nunca alcance tu misericordia, quizá nunca más vuelvas a oir mas de mi.

Ciertamente es tu camino, un camino de dolor y soledad, aquel que recorrí en la miseria y que abondoné en una tarde cualquiera. Pero, ¿Acaso ahora sería diferente? Tanto más dificil cuanto más atribulada mi conciencia se encuentra.

¡Ay de mi! Si he vivido una década y media entre angustias, y seguirte a Ti, sólo garantiza la continuidad de mis lamentos. Pero, al no ver otro camino, entiendo porqué vine a este cuerpo, para pagar viejas deudas y pedir perdón por los entuertos.

Madre Divina, que contigo peleamos juntos en batallas olvidades en el tiempo, hoy recurro nuevamente a Ti; sé propicia y  mi aliada; empuña una vez más, la espada que deba dar muerte a esos terribles demonios que habitan dentro de mi.

No sé qué pasará conmigo en los años porvenir, pero si en una de esas batallas, la muerte me sorprendiera, allí pues, con ligereza mi vida la daría, porque no representa otra cosa que el término de una vida austera en alegrías.
Así, caí en mi lecho ya sin fuerzas, en medio de turbaciones y dudas; cansado de vivir y esperando un consuelo o una respuesta que alivie esta profunda aflicción, que colma mi existir.

Comentarios

  1. Ve... busca a tus dos grandes amores... aquellas que por noches gritabas mientras dormias.
    Tienes una oportunidad, sea cual sea el resultado al menos queda en tu conciencia que lo intentaste... Cargar una cruz como la que tu llevas en el hombro, es muy duro... me consta porque yo he visto en tus ojos la tristeza que llevas por dentro, aunque nunca volteaste a verme hay muchas cosas que he callado y entre ellas la verdad mas profunda que pesa en tu corazón... Aunque me duele tanto en mi alma espero que algun dia alcances el perdon que tanto anhela tu corazón.
    Y.G.

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  2. El problema es pensar que el amor existe sólo en pareja. No estás fijándote en el amor entre una padre y una hija, entre un hijo y una madre.
    Este cantar intenta decir que no estoy buscando a ningún gran amor, es más bien lo contrario, estoy dejándolas partir porque así lo han decidido.
    Entonces recurrí a mis viejas creencias en busca de consuelo. Manifiesto mi temor ante el futuro inevitable y la soledad que me embarga y que continuará.

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  3. Pienso que la vida es un ciclo donde se vuelve a los pendientes. Ya estando en el fondo es de esperarse volver a subir. Je t'aime.

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